QUE LA TORTILLA SE VUELVA…

>> miércoles, 13 de mayo de 2009

Por: Manuel Bello
     Decano de la Facultad de Educación de la Universidad Peruana Cayetano Heredia

Hemos escuchado decir a autoridades actuales del Ministerio de Educación que los críticos de su gestión “ven el vaso medio vacío…”, cuando “deberían verlo medio lleno”. Para ellos, la crítica es producto de una mirada negativa o pesimista, que no percibe la magnitud de la obra realizada; se resalta lo que falta y no se valora lo avanzado.

La metáfora del vaso da a entender que la acción del gobierno en política educativa debe ser evaluada por la cantidad de lo realizado. Los funcionarios y sus partidarios ven el recipiente de su gestión a medio llenar y en camino a la plenitud; si hiciera falta pueden enumerar una larga lista de obras, programas, decretos, resoluciones, medidas, directivas y anuncios.

Si no existiera el Proyecto Educativo Nacional, la evaluación de la gestión del MED por la cantidad de lo realizado sería tan legítima como cualquier otra y el gobierno tendría derecho a regocijarse mostrando cómo aumenta el contenido en el vaso. Pero el PEN existe, es el marco estratégico oficial de políticas de Estado en educación y su realización no es asimilable a la idea de llenar vasos; se puede asociar mejor a la acción de voltear la tortilla.

La realización del Proyecto Educativo Nacional, como dijera en su momento el Consejo Nacional de Educación, implica poner en marcha una auténtica reforma de la educación. Es decir, un cambio en la intencionalidad, en los objetivos y en las dinámicas de la política y una transformación de los procesos y de los resultados de la acción educativa del Estado, comenzando por sustituir la imposición vertical de medidas aisladas por procesos de participación y movilización social, en aras de lograr objetivos compartidos y articulados al Proyecto.

El primer compromiso programático del PEN es con la equidad, la interculturalidad y la cohesión social; por ello exige reformar este sistema educativo que excluye, segrega y discrimina, ampliando las brechas y desigualdades de la sociedad. Se tienen que cambiar las prioridades, generar condiciones adecuadas de educabilidad para los niños y niñas del campo y de áreas urbanas desfavorecidas, destinar más dinero para mejorar la crianza, ampliar y renovar la educación inicial y la secundaria rural, modernizar las escuelas multigrado y asegurar igualdad en las condiciones para enseñar y para aprender en todas las escuelas del Estado, sin privilegiar unas en desmedro de otras. Desde el marco del PEN no se justifica gastar dinero del Estado en colegios “emblemáticos” o “mayores” para las élites limeñas o regionales. 

El Proyecto Educativo Nacional también manda realizar una gran transformación pedagógica de la educación escolar. Como diría José Antonio Encinas, una pedagogía creada para formar siervos resignados y pasivos no puede usarse para educar los ciudadanos participativos, emprendedores, productores de conocimientos y generadores de bienestar que necesita el Perú del siglo XXI. La reforma de la educación se tiene que vivir en todas y cada institución educativa del país como una experiencia intensa de autoevaluación y de cambio colectivo, apoyada por procesos de capacitación pertinente y de acompañamiento orientador. El PEN es viable únicamente si se cuenta con un liderazgo pedagógico, ético y político que convoque, motive y comprometa a los maestros y maestras con la transformación de su actuación profesional en beneficio de los niños, niñas y jóvenes del pueblo.

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1 comentarios:

Luis Guerrero Ortiz 23 mayo, 2009  

Manuel, se le dice a la gente que la suma de textos escolares, laptops, guias para padres y dinero para reparar colegios equivale al Proyecto Educativo Nacional. No se le dice que este tipo de actividades, típicas de cualquier gestión, se harían igual aún si el proyecto no existiese, varias de las cuales sólo son continuidad de lo que hizo el gobierno de Fujimori y que ni siquiera figuran en el PEN, como la municipalización o la emblematización de las antiguas unidades escolares. Coincido contigo, no es un problema de optimismo vs pesimismo, sino de reforma o continuidad. El enfoque del cambio del que parte la política eductiva actual sigue una consigna tácita: cambia lo que quieras pero no me toques nada ni muevas nada de su lugar. Una reforma supone ambición de logro y tomar riesgos, la continuidad está más bien atrapada en el realismo del presente y ha canjeado sus propósitos por la posibilidad de hacer algo ahora, no importa si sirve o no a lo que se busca. Sería sano y muy conveniente un debate público sobre lo que implica hacer una reforma de la educación, viéndonos además en el espejo de la experiencia internacional y de la que vivimos en la pasada década del 70, sin que nadie se rasgue las vestiduras ni condene al fuego eterno a quienes nos limitamos a opinar de manera distinta en ejercicio de un derecho. ¿Tú que crees?

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